Caso de Gavà.
E:
El otro le pareció más joven, delgado y de una estatura similar (…). Este último tenía los ojos saltones y oscuros, la tez morena.
Caso de Terrassa.
M:
Le quedó la impresión de que ambos medían uno setenta de altura y eran de complexión fuerte.
Y:
El otro, el de la porra, también le pareció árabe, de unos treinta años y, aunque de complexión más delgada, era un poquito más alto: uno setenta y tres mediría.
Caso de Olesa.
M:
El otro, “el que obedecía”, no hablaba español: “utilizaba un lenguaje árabe”, era gordo, más moreno que el primero, tenía el pelo negro y la cabeza más redonda.
Caso de Cornellà:
N:
El acompañante le pareció de unos veinte o veinticinco años, algo más alto que el conductor, de complexión normal, aunque puede que algo gordito, y que tenía la cara ancha, con señales como de haber pasado la viruela; el pelo moreno, corto, liso y caído sobre la frente, los ojos pequeños –“y muy rojos”, se fijó que los tenía—, cejijunto y muy pobladas las cejas.
G:
El más joven le pareció que tendría unos veinticinco años, y de no mucha estatura, sin poder precisar más: tenía aspecto gitano, el pelo negro y liso, y con señales en la cara.
Caso de Tarragona:
S.
Del otro sólo dijo que tenía bigote.
R:
Era, según R., de un metro sesenta y cinco de altura, de unos cuarenta años, con el vientre saliente, pelo negro, ojos oscuros y redondeada la cara.
O:
Para ella, ambos eran de uno sesenta aproximadamente de altos, con voz ronca, pelo corto, oscuro, complexión fuerte, de entre treinta y treinta y cinco años, (…). Uno de ellos tenía las faces de la cara muy resaltadas.
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Poe, en El misterio de Marie Rôget: «Nada más vago que las impresiones acerca de un individuo. Cualquiera reconoce a su vecino, aunque en pocos casos estamos preparados para dar una razón de por qué lo reconocemos».
Te dejo solo.
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