Simon Jenkins, el mejor comentarista de The Guardian, escribió la semana pasada un artículo memorable sobre la explotación mediática de la historia del ex ministro británico y su ex mujer, condenados a ocho meses de cárcel por falsificar una multa de tráfico. El problema con Jenkins no es sólo que este miércoles escribió otro igual de importante contra el comité que regulará la prensa británica a instancias del parlamento, sino que a veces publica también los viernes, así que esto lo escribí ayer por la tarde para no tener que glosar un tercer artículo, abusando del derecho de cita. Me se entienda: para uno de Cádiz, Jenkins es algo así como el Gibraltar de la prensa española: lo queremos y lo disfrutamos como si fuera nuestro; pero, por fortuna, nunca lo tendremos.
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