–Hidrocele en el testículo derecho del tamaño de una manzana mediana.
Filed under: El taller
noviembre 17, 2008 • 9:48 am 2
–Hidrocele en el testículo derecho del tamaño de una manzana mediana.
Filed under: El taller
noviembre 11, 2008 • 3:19 pm 0
El callejón del gato, lleno de espejos sin mundo, no tiene salida.
Filed under: El taller
noviembre 4, 2008 • 6:52 pm 2
La hipótesis de fondo sobre la que se articula el libro es que este caso muestra lo que ocurre cuando la desconexión entre lo real y su representación, la palabra y el mundo, el verbo y su carne, se produce en concreto. Esa desconexión es la verdadera novedad. Lo que ocurre es que no hay forma material de ponerle remedio, puesto que no hay nada ni nadie que medie entre los argumentos que puedan alegarse y las consecuencias que se desencadenan. El mundo se derrumba mientras hablamos del mundo que se derrumba mientras hablamos. En esa espiral malvive Ahmed Tommouhi y murió Abderrazak Mounib.
De lo que vengo a hablar ahora, sin embargo, es de los diferentes modos en que el estilo del libro, que es su método, se despliega para restablecer esa conexión. Más allá de la doble transparencia, de la que ya hablé, de algunas otras técnicas que voy poniendo en marcha, casi sin saberlo, para solucionar el gran problema: fundir el relato y aquello de lo que habla. Éstas:
-La primera frase no debe entretenerse con prolegómenos de ningún tipo (ni siquiera el más honrado: el narrador saluda, se sitúa y empieza a contar); la frase final no puede ser broche de nada. Éste es un reportaje abierto por delante y por detrás. Empieza y termina sólo porque el lector abre y cierra el libro, pero no porque sea orígen ni final de nada: el autor recoge el testigo y al final estira el brazo y ofrece su testimonio: ¡escribo sólo pensando en las consecuencias!
-La segunda parte (Deshechos) empieza con tres hilos bien diferenciados, que se van trenzando, contaminándose, hasta hacerse indistinguibles. La voz del autor, ése que pasaba por allí y que acaba metiéndose donde no le importa, como en cualquier conversación, va filtrándose lentamente, ganando confianza y familiaridad (naturalidad, por tanto), con los otros dos hilos (la palabra sin mundo y el mundo sin palabra). El autor como intermediario.
-Los protagonistas aparecen con sus nombres. El nombre propio permite señalar con el dedo, es decir, pasar subrepticiamente del mundo del que se habla al mundo en el que se habla: del libro a la vida. Así, la inicial bajo la que aparecen las víctimas de las violaciones es un caso in extremis de esa bisagra.
-Los extractos de documentos, antes que su transcripción, se insertan escaneados: las frases que los introducen y que los recogen se funden, cuando se puede, con el fragmento; hasta el punto de que la cita pueda no ser más que parte de una frase que se completa en el texto del relato.
-Las citas del sumario que son verdad van entrecomilladas “en la misma caja de texto” que el relato;
“Las que son falsas, en caja aparte, como ésta“.
-El lector, su razón, es interpelada directamente. Esto se consigue indirectamente: afeitando el texto de sobreentendidos, opiniones, subrayados, sentimentalismos y golpes en el pecho; esto es, mostrándole hechos, documentos, citas, pero sin conclusiones. Mi ideal es que el lector me insulte por contar lo que cuento sin inmutarme. A ver si consigo que se inmute él. Por fin, dicho sea al pasar, he logrado montar un capítulo sólo con citas. El lector atento debe poder adelantar –y acertar– la tesis de la tercera parte (hechos nuevos) sin más obstáculo que el escepticismo que habrá ido acumulando con el paso, por fuera y por dentro de las páginas, del tiempo y su experiencia.
Todo esto respecto del estilo; respecto del método, que es el estilo, todo se reduce a lo mismo: verificación.
Filed under: El taller, Epistemología de la vida cotidiana
octubre 23, 2008 • 11:26 pm 1
La última tarde que pasé en Barcelona, el viernes pasado, bajé a eso de las seis a la calle. Me había tomado el día libre para preparar un arroz con rape y langostinos en casa de Martín, y para ir a ver a unos amigos, pero ella estaba en cama, así que acabé saliendo a dar una vuelta. En Via Laietana, dudé entre la Barceloneta o el Eixample, subí. Lo peor de salir con una cierta melancolía, a despedirte, porque sientes que ahora sí cuando vuelvas será para otra cosa, serás otro y otros los que te reciban, lo peor, es que encima llueve. Gracias a dios, había agarrado por error el fino y delicado jersey negro de Rosaria, así que cuando quise ponérmelo, creyendo que me iba a morir de cursi, y descubrí que no era el mío, me cubrí de ridículo. Me compré una chaqueta. Luego terminé en La Central. Tampoco sé para qué. Ese día, creo, había alcanzado el punto de cocción: ni un párrafo, ni un libro más. No había nada que me interesara. Sólo quería volver pronto a casa para escribir. Acabé subiendo al primer piso. Y sobre un atril, una nueva edición (recuerdo que la portada es plateada y las letras rosa fucsia). La introducción era larga y la edición parecía argentina. No sé por qué empecé a leerlo, si porque el principio me resultó familiar (creo que hay un párrafo volcado directamente desde “Experiencia y Pobreza”, si es que es ésa la traducción). El caso es que leí los tres o cuatro primeros epígrafes y lo dejé. Muchas de las ideas que intento llevar a la práctica deben de estar inspiradas en esa lectura, que no por casualidad, sino por orgullo, había olvidado. Por esnob. Esta semana lo he vuelto a leer y sigo sintiendo que me obliga. Creo que voy a cambiar el principio. Así que conste en acta bibliográfica. Lo he leído, a pesar de las faltas y algunas incoherencias, aquí: El Narrador, Walter Benjamin.
Filed under: El taller
octubre 22, 2008 • 7:38 pm 9
Ei. Miércoles, 20:33. Estoy transcribiendo entera la entrevista con el señor Mena, y de esta frase suya:
Y con toda certeza, mi deseo ferviente era responder a mi convicción profunda de que muy probablemente este señor era inocente.
entresaco esta otra posibilidad para titular: deseos fervientes y convicciones profundas.
A las 20:37 ya no me gusta tanto.
Hasta el lunes.
Filed under: El taller
octubre 14, 2008 • 8:41 am 4
Falsos testigos del porvenir. La palaba que va a misa y el mundo que no se confiesa. Justicia poética. La nueva justicia. La prosa revelada y el negativo. El verbo sin carne. El dobladillo de las togas. La dialéctica efectista. Una década entre comillas. Una época entre comillas. La Gran Inversión. Mentiras repetidas. Condena. Un reportaje abierto sobre un caso cerrado. La justicia olímpica. El semen y el tintero. La sangre y el tintero. El indulto de Damocles. La nueva justicia y el viejo mundo. Condenados por la cara. La incoherencia del mundo. Simulacro cruel. Presuntos culpables. El dobladillo de la justicia poética. El teatro de la justicia.
Filed under: El taller
septiembre 29, 2008 • 9:31 am 1
1.- No he empezado el capítulo cuyas notas adelanté aquí el lunes pasado.
2.- Fuentes de máxima solvencia me han confirmado que, contra lo que publiqué aquí, la sustancia H detectada en un fluido corporal no tiene, respecto del grupo sanguíneo, ninguna relación con el rh. La sustancia H expresa únicamente que se trata de un individuo secretor -puesto que dicha sustancia se expresa en un fluido corporal, lo cual no siempre ocurre- del grupo O (cero), dentro del sistema ABO. Estupefacto tenía razón.
3.-Hace un año aproximadamente, había hablado por teléfono con el abogado de Abderrazak Mounib en la causa de Tarragona, Emilio Sainz Ortega. Me dió su móvil y me animó a que lo llamara, por si quería ampliar información. El martes por la tarde lo volví a llamar y el miércoles por la mañana no había respondido a mi mensaje. Así que insistí.
-Lo he oído y lo he pensado mejor. Y, con todo el respeto se lo digo, no me parece ético volver ahora, para un trabajo periodístico, sobre un tema profesional del pasado.
4.-El sábado fue mi último día en La Casa Verde, aunque la despedida se alargó hasta el domingo por la mañana, como si no quisiera irme. Ha sido una suerte poder compaginar la escritura de este libro con ese trabajo y sobre todo con esos compañeros.
5.-Quiero tener el manuscrito terminado en dos meses.
Filed under: El taller
septiembre 22, 2008 • 8:26 am 3
Añadir a La letra con sangre entra: que la fuerza notarial depende del acuerdo, no de ninguna otra relación, y de ahí la importancia de la publicidad de ese acuerdo.La analogía con el notario, además engancha con el notario de Claret a Tommouhi sobre si Rey sostuviera lo que dijo: haría falta un notario: para qué si lo dijo delante de todo el mundo: de ahí la importancia del público, la publicidad y el periodismo, cínicamente manipulado por enrique anglés: aquello era la tele y esto un juicio. La analogía se cierra, con el fracaso de la mediación yendo los políticos a ver el notario para salir en la tele: Artur Mas. empezar quizá el capítulo por la desaparición del público, con la precisión sobre el acuerdo y la fuerza notarial: la letra con sangre entra.“periodista: notario de la realidad”Natalia: “traductor de la realidad”: menos importante 1 vez que hemos hablado del “acuerdo”
Filed under: El taller
septiembre 15, 2008 • 8:16 am 2
17:50, 10 Septiembre. Hola, estoy en la Biblioteca Nacional. Les cuento. “Simulacro cruel”. Está sacado de este párrafo, del mismo capítulo, por cierto, que los de la semana pasada.
“El problema de ese efectismo, sin embargo, es que sus consecuencias son reales. Es otra, si no la principal, de las razones por la que este libro tiene que pasar por encima del periodismo. Las consecuencias que esa desconexión entre el mundo y su palabra, y a eso es a lo que me refiero con lo de efectismo, ha desencadenado en los otros ámbitos de la representación de lo real a los que el periodismo acompaña y parasita, son mucho más graves. Mucho más urgentes, al menos. Los periodistas median entre lo que pasa en la calle y lo que se nos cuenta, pero los policías, los abogados, los fiscales, los jueces y los políticos, median entre la calle y la cárcel, donde a menudo se encierra a otros hombres. La novelización del periodismo es una broma de mal gusto comparada con los estragos de la Justicia poética, ese simulacro cruel.”
Resume bien el enfoque, ambiente e hipótesis del libro. Pero parece casi más un tango que un reportaje. Y, como en el tango, asoma mucho más el que canta que la que se fue, o al vesre, y lo que se busca aquí es un título que resuma la historia, no que me resuma a mí (Espectáculo cruel, perfecta síntesis entre Debord y Kraus, sería aún peor).
Hablo del título del libro. Carla me contaba el otro día, desde la India, que le había estado dando vueltas encima de un camello, y que le parecía que la cosa debería ir por “pena”, con el doble sentido de tristeza por una condena injusta y la condena misma: “Creo que esa palabra da para un juego bonito, que no jocoso, de palabras”, me escribía. Está preocupada porque vaya a volver sobre lo de “condenados por la cara”, que para mí también está agotado, y voy a deshacerme de él. Pero esa pena tampoco me convence. Quizá si me subiera a lo alto de un camello…
No sé qué les parecerá a ustedes. Simulacro cruel. Un reportaje abierto sobre un caso cerrado. Quizá así. Pero tampoco: es que lo digo –simulacro cruel– y me viene Maquillaje y Puro Teatro, y si lo viera en una librería, no sé si le echaría un vistazo o saldría corriendo.
*****
14:02, 11-S. Sigo en la Biblioteca, aunque he dormido en casa, claro. Lo releo y cada vez me gusta más, Simulacro Cruel y me convenzo de que hay tangos que también hablan del mundo, ese cambalache problemático y febril. Así que hoy le quitaría incluso el subtítulo con la palabra reportaje. Estoy harto de justificarme. Simulacro Cruel, que nos devoras, etc.
*****
14:19: Dicha expresión en Google.
*****
Hoy: Para cruel, la indecisión.
Filed under: El taller
septiembre 8, 2008 • 12:20 am 3
Lean estos dos párrafos de mitad del libro, por favor.
El movimiento se demuestra andando, así que me eché al monte. Pero sin ánimo anacoreta. Un hombre solo no es un hombre, es paisaje. El 22 de octubre de 2007 abrí al público esta investigación, a través de un blog en internet, en el que he ido colgando entrevistas, audios, recortes de prensa, citas, documentos, declaraciones, notas de lectura, informes periciales, reflexiones, cartas, fotos y vídeos. El material en bruto y bastantes fragmentos con los que está cosido este libro.
La falta de autonomía de la escritura, su dependencia de la criada que enciende la lumbre, del gato que se calienta junto a la estufa, incluso del pobre viejo que también se calienta, esa necesidad que tanto desesperaba al artista Kafka, para la escritura que quiere establecer un hecho real, contra la época que lo niega, aparece como su única senda y su virtud. El link, ese pozo azul de sabiduría sin fondo, me pareció la forma más apropiada de conjurar el riesgo que acecha a esta escritura en estos tiempos espectaculares: “el riesgo es aquí que la palabra se separe de aquello que revela y adquiera una consistencia autónoma.” (Giorgio Agamben).
Ahora lean estos otros dos, que son casi los mismos, y precisamente por eso les pido que lo lean con la misma atención, porque sólo así podremos saber si de lo que estoy hablando es de una sensibilidad pulida por el trabajo, y por tanto atenta a la experiencia en común, o sólo de un brote obsesivo.
El movimiento se demuestra andando, así que me eché al monte. Pero sin ánimo anacoreta. Un hombre solo no es un hombre, es paisaje. El 22 de octubre de 2007 abrí al público esta investigación, a través de un blog en internet, en el que he ido colgando entrevistas, audios, recortes de prensa, citas, documentos, declaraciones, notas de lectura, informes periciales, reflexiones, cartas, fotos y vídeos. El material en bruto y bastantes fragmentos con los que está cosido este libro.
“La falta de autonomía de la escritura, su dependencia de la criada que enciende la lumbre, del gato que se calienta junto a la estufa, incluso del pobre viejo que también se calienta”, esa necesidad que tanto desesperaba al artista Kafka, para la escritura que quiere establecer un hecho real, contra la época que lo niega, aparece como su única senda y su virtud. El link, ese pozo azul de sabiduría sin fondo, me pareció la forma más apropiada de conjurar el riesgo que acecha a esta escritura en estos tiempos espectaculares: “el riesgo es aquí que la palabra se separe de aquello que revela y adquiera una consistencia autónoma.” (Giorgio Agamben).
Los párrafos están sacados del segundo capítulo de la segunda parte, donde más o menos (más menos que más) cuento por qué este libro está escrito al margen del periodismo, o lo que viene a ser lo mismo, por qué está escrito en este blog. Esas comillas colgando de la frase de Kafka no aparecen en el primer ejemplo.
La transparencia es un concepto clave a muchos niveles, sobre todo, respecto de la investigación y la escritura, a nivel metodológico y estilístico. La forma y el contenido, el estilo y el método, para mí, son lo mismo, así que el título de esta entrada no es un juego de palabras. El trabajo por alcanzar un estilo literario a la altura de la transparencia del método exige al mismo tiempo, que el estilo se transparente, esto es, que se haga imperceptible al lector. Todo estilo distrae de la verdad por su propio atractivo.
Eso es, me parece a mí, lo que rompen esas comillas, que están sacando al lector de su lectura para decirle, con un golpecito suave en el cogote: ojo, que mira lo que estás leyendo. Es además una expresión que si me gusta, es precisamente por su naturalidad. Quizá por eso haya sido al transplantarla cuando se me ha despertado esta vieja reacción alérgica a las comillas. Una naturalidad que creo se conserva mucho mejor en el primer párrafo, volcada la cita como quien no quiere la cosa.
La cosa es siempre la autoridad: las citas como argumento de autoridad. Y yo, en muchos casos, no la quiero. Por dos razones: la primera es que muchas de las citas las uso sólo por lo que dicen y cómo lo dicen, no por quien las haya dicho, y todo lo que sea citar con nombres y apellidos es rebajar su fuerza y su verdad. Y dos: mientras escribo me vienen a la cabeza demasiadas, y si no alcanzo a decirlo yo mejor, me quedo, obviamente, con la cita; a veces me basta con cambiar una palabra para adecuarla a mis objetivos; otras es una frase oída a algún amigo, que ni siquiera sé si es suya o a su vez él citaba sin decirlo (así ésa del hombre solo y el paisaje, de una carta de Matías escrita creo que a la vuelta de Ushuaia); e incluso me cito a mí mismo: del blog al libro y viceversa. Todo esto haría ilegibles muchos párrafos, enredadas las ideas entre referencias de obras y autores. Así que optaré por un rigor cuajado pero sin tropezones, como un yogur: una relación de citas y autores en apéndice final para quien quiera entretenerse esculcando influencias. Lejos de mí la pretensión de parecer original.
Por supuesto, no se agota aquí todo lo que se puede decir de la relación entre una cita y el texto en el que va incrustada. Es sólo que no quería que esa criada encendiendo la lumbre tuviera que pedir disculpas por haber entrado sin llamar, como si fuera una extraña.
Filed under: El taller, Epistemología de la vida cotidiana
Últimos comentarios