A medio camino entre la justicia y la ley, los árbitros del TAS han descubierto un concepto que podría llamarse justicia creativa. Otros lo podrían llamar sentencia con final abierto, como si fuera una novela del nouveau roman o una película de la nouvelle vague, y criticar su ambigüedad como ilógica –decretando que el arma homicida es un suplemento nutritivo contaminado desconocido han logrado dar vida a un descubrimiento de hecho basado en una prueba cuando al mismo tiempo reconocen que no hay prueba–, pero nadie le podrá negar la virtud de que hace feliz a todos los actores implicados. Y eso cuando, dada la duración laberíntica de todo el proceso, previamente se había llegado a la conclusión unánime de que dejaría descontentas a todas las partes. Es la sentencia perfecta, claro.
Justicia creativa, Carlos Arribas, El País, hoy.
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